29 d’oct. 2012

¿Por qué la derecha no ve (o no quiere ver) la relación entre pobreza, depresión y suicidios?

Un artículo de Sergi Raventós, publicado en Sin Permiso, poco antes de las elecciones gallegas y vascas, y difundido por Dempeus per la Salut Pública

Recientemente se han conmemorado los días mundiales de la salud mental y de la pobreza. El día mundial de la salud mental es el 10 de octubre y ya se llevan 20 ediciones y el día para la erradicación de la pobreza es el 17 de octubre y con esta son 19 los años desde que lo institucionalizó la Asamblea general de la ONU. Estos días mundiales sirven habitualmente para recordar, informar, explicar, reivindicar y/o denunciar la situación a escala mundial de diferentes realidades ya sea de la pobreza, del SIDA, del medio ambiente, de la visión, del Alzheimer o de la salud mental entre otras muchas. Son, en la mayoría de casos, actos muy institucionalizados en los que entre otras cosas se pueden lucir los representantes de la clase política haciendo discursos hueros y de cara a la galería. En ocasiones aparecen algunos estudios interesantes y noticias actualizadas de la situación a conmemorar.

Este año el tema central que se ha escogido para el día mundial de la salud mental ha sido la depresión. La depresión, como es sabido, no es transmisible y puede afectar a cualquiera, a gente joven y a mayores y es una de las enfermedades de más amplia distribución. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se estima que actualmente hay unos 350 millones de personas afectadas a nivel mundial y, según algunos estudios, una de cada diez personas presenta depresión mayor y casi una de cada cinco ha tenido el trastorno en algún momento durante su vida.

La depresión se presenta habitualmente con estados de ánimo muy bajos, pérdida de interés, sentimientos de culpa, baja autoestima, alteraciones del sueño y apetito, mala concentración, etc. Se acompaña también de estados de ansiedad. Estos trastornos pueden volverse crónicos y llevar a dificultades serias para poder realizar las tareas diarias. Es muy importante saber que la recuperación de esta enfermedad es posible y alcanzable aunque en algunos países los medios disponibles son escasos y los recortes sanitarios lo están dificultando considerablemente. Hay, claro está, también diferentes formas de depresión, pero de todo eso no vamos tratar en este artículo.

Se informa en un documento (1) realizado para el día mundial por la Federación mundial para la salud mental que la situación económica ha llevado en los países desarrollados a un aumento del desempleo, las deudas y la inseguridad económica, lo cual resulta en un incremento de la depresión en la población. Así pues va surgiendo cada vez más evidencia a partir de diversas crisis anteriores (de EEUU, Asia, la antigua URSS) y la actual que hay una asociación entre la crisis y la psicopatología y particularmente la depresión y el suicidio (2).

La diferencia entre una tristeza normal y la depresión es importante. De manera que, frente a circunstancias adversas como la muerte de un ser querido, la pérdida de estatus social, la humillación, las pérdidas económicas, etc. se espera una respuesta psicológica que es por supuesto normal. “Lo que sería anormal es que nuestro estado de ánimo no se alterase en este tipo de situaciones de riesgo. Una falta de reacción a una situación de este calibre tal vez sería más propia de un organismo del reino vegetal que no de un ser vivo sofisticado cognitivamente como el ser humano” (3). Así pues, es importante diferenciar entre una respuesta adaptativa de una respuesta disfuncional, a pesar de la dificultad en hacerlo.

Esta es una enfermedad en la que es muy importante un enfoque interdisciplinar en salud mental y en la que se trabaje conjuntamente en equipo profesionales del campo de la Psicología, del Trabajo Social, la Enfermería, la Educación Social, la inserción laboral, etc. y donde no haya únicamente sólo psiquiatras administrando medicación (4) para poder dar respuesta a esta realidad compleja.

Relación entre pobreza y depresión
En el mismo documento se reconoce que las personas que viven cerca de la línea de pobreza y con bajos ingresos están sometidas a un gran estrés psicosocial, y también que a través de la influencia de los padres puede afectar a la salud mental de los niños, lo cual puede llevar a déficits en el desarrollo cognitivo, emocional y físico de los mismos. Asimismo el desempleo, el empobrecimiento y las distorsiones familiares tienen probabilidad de producir o precipitar una serie de problemas de salud mental como depresión, alcoholismo y suicidio. Un trágico ejemplo que se destaca serían los suicidios en masa de agricultores en la India tras la reforma de la agricultura a mediados de la década de los 90.

En un estudio muy detallado sobre los costos de la depresión realizado por la Generalitat de Catalunya editado en marzo del 2011, ya con el gobierno de CiU, se apunta que hay una clara asociación entre depresión y ansiedad, la probabilidad de estar en el paro y un uso más frecuente de servicios, y esto puede asociarse a un coste más elevado. Asimismo la depresión se relaciona con la pobreza, el paro y otros factores (5).

Sobre la pobreza
Coincidiendo con el día mundial de la pobreza se ha cifrado en más de 1.000 millones las personas que viven con menos de 1 dólar al día; 30.000 niños de menos de 5 años mueren a diario de enfermedades que hubieran podido ser evitadas y más de 500.000 mujeres mueren cada año durante el embarazo o en el parto.
La pobreza infantil en Catalunya ha crecido 5 puntos 
en dos años, según Unicef
 Por lo que respecta a Catalunya en un estudio de la Diputación de Barcelona que se elabora cada 5 años se muestra que un 29,5% de los catalanes son pobres (unos 2.200.000), superando a la media de la UE que es del 21,6%. Un 39% de las familias no puede permitirse ni una semana de vacaciones al año y el 12,7% no puede permitirse la calefacción (6).

Crisis y suicidios
Según una información aparecida este mes en La Vanguardia (7), el suicidio ya es la primera causa de muerte de los catalanes de entre 30 y 44 años y la segunda causa entre los jóvenes de 15 a 29. Desde el año 2007, el inicio de la crisis, hay una tendencia al alza. En el 2007 fueron 3.263, en el 2008, 3.453 y en el 2009, 3.429. Se ha llegado a cuantificar que por cada incremento del 1% de desempleo se da un 0,79% de aumento en los suicidios de los menores de 65 años.

Hace tiempo que los suicidios superan a los muertos por accidentes de tráfico y no se habla de ello ni la décima parte de lo que se habla en el caso de los accidentes de tráfico. Por cada suicidio consumado, se producen unos veinte fallidos, por lo que unas 60.000 personas muestran cada año algún tipo de conducta suicida en España. En todo el mundo se suicidan aproximadamente un millón de personas (8).

Lo llaman suicidio, pero es #genocidio financier
La lectura de la derecha política
A pesar de estas terribles estadísticas y de la asociación manifiesta entre pobreza, depresión y suicidios realizada por diversas agencias e incluso por el mencionado estudio de la Generalitat de Catalunya, el Sr. Boi Ruiz como Conseller de sanidad del actual gobierno de CiU manifestó en el acto central del día mundial de la salud mental (entre pacientes, familiares, entidades, profesionales…) realizado este año en Sabadell y según el mismo diario barcelonés más arriba citado (nada sospechoso  de crítico con el gobierno de CiU), que esto “se acentúa por el descenso de los accidentes de tráfico, que han hecho reducir el número total de fallecidos en esas franjas de edad en la carretera.” ¿Es una cuestión sólo de ranquin de muertes? ¿Y las causas? ¿Cuáles son los motivos para que suceda esto? ¿Qué desesperación lleva a una persona a quitarse la vida?

No es la primera vez que la posición de este miembro del gobierno de Catalunya cuando trata de temas de salud que tienen una clara componente social y política tira pelotas fuera o bien acude a los manidos estilos de vida y a la genética del individuo. Sin ir más lejos aún se recuerda el escandaloso comentario del 25 de octubre del pasado año cuando manifestó en una entrevista que “la salud es un bien privado y depende de uno mismo y no del Estado, ya que esta depende del código genético, de sus antecedentes familiares y de sus hábitos”. La tormenta que desató fue mayúscula e incluso Amnistía Internacional emitió un comunicado recordando que el derecho al más alto nivel posible de salud, tanto física como mental, es un derecho contenido en numerosos instrumentos internacionales de derechos humanos, de los cuales el Estado español es parte, y por tanto, está obligado a cumplirlos.


La crisis multiplica los casos de pobreza extrema y las diferencias sociales.
En el Informe de la Comisión de Determinantes Sociales de la misma OMS del 2008 que tuvo un impacto mundial muy considerable se puso de manifiesto que “la acumulación tóxica de factores sociales injustos y evitables, como la desigualdad económica, la precariedad laboral contaminación ambiental, la inseguridad alimentaria, no tener una vivienda digna, o la falta de participación y democracia” daña la salud y crea inequidades. La Comisión nombra a estos y otros determinantes como son las pensiones, el nivel educativo, las desigualdades entre hombres y mujeres (el trabajo reproductivo y en especial la violencia contra las mujeres) y la participación social y política, las “causas de las causas” de la salud y la inequidad en salud.” (9)

Las declaraciones del Sr. Boi Ruiz son todo un ejemplo de cómo la ideología neoliberal va en contra de la investigación científica y de los estudios e informes sobre la importancia de los determinantes sociales en la salud. Cuando no reman a favor de su corriente, estos representantes de los intereses del sector privado los eluden o ningunean, pero ni mucho menos el Sr. Ruiz está sólo en esta ofensiva. En el ámbito académico, en revistas neoliberales o en laboratorios de ideas (think tanks) conservadores se realizó una valoración negativa y muy crítica del Informe de la Comisión de los Determinantes Sociales de la OMS por diversos motivos: por no tener en cuenta el papel fundamental del crecimiento económico y la globalización, se desacredita también el papel beneficioso de la protección social, se reprocha que no se valore la importancia de la responsabilidad personal sobre la salud o las libertades individuales o bien se descalifica académicamente, entre otras críticas (10).

Francesc Xavier Mena (a la izquierda) y Josep Lluís Cleries cuando congelaron los PIRMI 
En relación a los aspectos relacionados con la pobreza también viene siendo habitual entre la derecha un discurso de culpabilizar al pobre como sospechoso de haraganería y de dilapidar el dinero público, como se puso de manifiesto el año pasado con los recortes de la Renda Mínima de Inserción en Catalunya. La intervención del Conseller de Empresa y Ocupación aún resuena en las paredes del Parlament de Catalunya como una de las intervenciones más brutales contra los pobres que se hayan escuchado jamás en la historia reciente. Mena, que así se llama este Conseller, dibujaba un panorama funesto en el que se ha perdido “el espíritu del programa de la RMI”, que “atrapa a la gente en la cronicidad y el lumpenproletariado”, equiparó la inmigración (sobre todo la magrebí) con fraude y puso como muestra que algo no funciona cuando la RMI “la cobra gente de hasta 104 nacionalidades”, caricaturizó también a algunos perceptores de la RMI como sujetos que se gastan el dinero “en telefonía, en veterinarios o incluso en ONG’s” o se extrañó que “algunos han vuelto de otro país a cobrar el talón”, o incluso “uno que cobra una RMI que es hijo de un directivo de una multinacional” …(11).

En esta misma línea de visión de los pobres también el pasado 5 de octubre el diario El País en un artículo (12) titulado “Culpables de ser pobres” analizaba como el discurso político va buscando justificar la suerte del más desfavorecido y neutralizar cualquier resistencia a las medidas de ajuste. Si la crisis es debida a “una catástrofe natural que no se puede controlar y tiene consecuencias para todos, habrá que resignarse, aceptar los sacrificios y colaborar para salir de ella”, decía el artículo.

Todo el mundo recordará lindezas como el “que se jodan” de la diputada del PP Andrea Fabra cuando se debatía sobre las prestaciones de los parados o las comparaciones odiosas que estableció el diputado de CiU Duran i Lleida entre payeses catalanes y campesinos andaluces.

Parece pues evidente que para la derecha neoliberal ignorar o negar evidencias científicas como las expuestas más arriba y culpabilizar a las víctimas de su pobreza o de mala salud por fumar o beber y no comer frutas y verduras o por aprovecharse del sistema de prestaciones, por citar algunos ejemplos, formaría parte también de un mecanismo de legitimación de los recortes sociales, de continuar con el desmantelamiento de los servicios públicos y del grave aumento de las desigualdades sociales que está padeciendo la población del Reino de España.

Reconocer los determinantes sociales de la salud y las causas de las causas de la pobreza sería admitir que están haciendo todo lo contrario, sería reconocer que las políticas que están llevando a cabo de desmantelamiento del sistema sanitario público, de degradación del sistema de enseñanza y los servicios sociales, de recortes a los funcionarios, de aumento de las tasas universitarias y de otras tantas medidas antisociales en beneficio de la banca y del capital son las principales causantes de muchas de estas terribles realidades que día a día padecen las clases populares. Causas de enfermedad y causas de pobreza. Tal vez sea por eso que “no lo ven”.

La lucha ideológica como es bien sabido también es inherente a la lucha de clases y estos son algunos ejemplos más de esta lucha que se ha desatado sin cuartel en muchos países. Sería bueno tenerlo muy presente en las próximas citas electorales.

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