Un artículo de Sergi Raventós, publicado en Sin Permiso, poco antes de las elecciones gallegas y vascas, y difundido por Dempeus per la Salut Pública
Recientemente se han conmemorado los días mundiales de la salud
mental y de la pobreza. El día mundial de la salud mental es el 10 de
octubre y ya se llevan 20 ediciones y el día para la erradicación de la
pobreza es el 17 de octubre y con esta son 19 los años desde que lo
institucionalizó la Asamblea general de la ONU. Estos días mundiales
sirven habitualmente para recordar, informar, explicar, reivindicar y/o
denunciar la situación a escala mundial de diferentes realidades ya sea
de la pobreza, del SIDA, del medio ambiente, de la visión, del Alzheimer
o de la salud mental entre otras muchas. Son, en la mayoría de casos,
actos muy institucionalizados en los que entre otras cosas se pueden
lucir los representantes de la clase política haciendo discursos hueros y
de cara a la galería. En ocasiones aparecen algunos estudios
interesantes y noticias actualizadas de la situación a conmemorar.
Este
año el tema central que se ha escogido para el día mundial de la salud
mental ha sido la depresión. La depresión, como es sabido, no es
transmisible y puede afectar a cualquiera, a gente joven y a mayores y
es una de las enfermedades de más amplia distribución. Según la
Organización Mundial de la Salud (OMS) se estima que actualmente hay
unos 350 millones de personas afectadas a nivel mundial y, según algunos
estudios, una de cada diez personas presenta depresión mayor y casi una
de cada cinco ha tenido el trastorno en algún momento durante su vida.
La
depresión se presenta habitualmente con estados de ánimo muy bajos,
pérdida de interés, sentimientos de culpa, baja autoestima, alteraciones
del sueño y apetito, mala concentración, etc. Se acompaña también de
estados de ansiedad. Estos trastornos pueden volverse crónicos y llevar a
dificultades serias para poder realizar las tareas diarias. Es muy
importante saber que la recuperación de esta enfermedad es posible y
alcanzable aunque en algunos países los medios disponibles son escasos y
los recortes sanitarios lo están dificultando considerablemente. Hay,
claro está, también diferentes formas de depresión, pero de todo eso no
vamos tratar en este artículo.
Se informa en un documento (1) realizado para el día mundial
por la Federación mundial para la salud mental que la situación
económica ha llevado en los países desarrollados a un aumento del
desempleo, las deudas y la inseguridad económica, lo cual resulta en un
incremento de la depresión en la población. Así pues va surgiendo cada
vez más evidencia a partir de diversas crisis anteriores (de EEUU, Asia,
la antigua URSS) y la actual que hay una asociación entre la crisis y
la psicopatología y particularmente la depresión y el suicidio (2).
La diferencia entre una tristeza normal y la depresión es importante.
De manera que, frente a circunstancias adversas como la muerte de un
ser querido, la pérdida de estatus social, la humillación, las pérdidas
económicas, etc. se espera una respuesta psicológica que es por supuesto
normal. “Lo que sería anormal es que nuestro estado de ánimo no se
alterase en este tipo de situaciones de riesgo. Una falta de reacción a
una situación de este calibre tal vez sería más propia de un organismo
del reino vegetal que no de un ser vivo sofisticado cognitivamente como
el ser humano” (3). Así pues, es importante diferenciar entre una
respuesta adaptativa de una respuesta disfuncional, a pesar de la
dificultad en hacerlo.
Esta es una enfermedad en la que es muy importante un enfoque
interdisciplinar en salud mental y en la que se trabaje conjuntamente en
equipo profesionales del campo de la Psicología, del Trabajo Social, la
Enfermería, la Educación Social, la inserción laboral, etc. y donde no
haya únicamente sólo psiquiatras administrando medicación (4) para poder dar respuesta a esta realidad compleja.
Relación entre pobreza y depresión
En el mismo documento se reconoce que las personas que viven cerca de
la línea de pobreza y con bajos ingresos están sometidas a un gran
estrés psicosocial, y también que a través de la influencia de los
padres puede afectar a la salud mental de los niños, lo cual puede
llevar a déficits en el desarrollo cognitivo, emocional y físico de los
mismos. Asimismo el desempleo, el empobrecimiento y las distorsiones
familiares tienen probabilidad de producir o precipitar una serie de
problemas de salud mental como depresión, alcoholismo y suicidio. Un
trágico ejemplo que se destaca serían los suicidios en masa de
agricultores en la India tras la reforma de la agricultura a mediados de
la década de los 90.
En un estudio muy detallado sobre los costos de la depresión
realizado por la Generalitat de Catalunya editado en marzo del 2011, ya
con el gobierno de CiU, se apunta que hay una clara asociación entre
depresión y ansiedad, la probabilidad de estar en el paro y un uso más
frecuente de servicios, y esto puede asociarse a un coste más elevado.
Asimismo la depresión se relaciona con la pobreza, el paro y otros
factores (5).
Sobre la pobreza
Coincidiendo con el día mundial de la pobreza se ha cifrado en más de
1.000 millones las personas que viven con menos de 1 dólar al día;
30.000 niños de menos de 5 años mueren a diario de enfermedades que
hubieran podido ser evitadas y más de 500.000 mujeres mueren cada año
durante el embarazo o en el parto.
La pobreza infantil en Catalunya ha crecido 5 puntos en dos años, según Unicef |
Por lo que respecta a Catalunya en un estudio de la Diputación de
Barcelona que se elabora cada 5 años se muestra que un 29,5% de los
catalanes son pobres (unos 2.200.000), superando a la media de la UE que
es del 21,6%. Un 39% de las familias no puede permitirse ni una semana
de vacaciones al año y el 12,7% no puede permitirse la calefacción (6).
Crisis y suicidios
Según una información aparecida este mes en La Vanguardia (7),
el suicidio ya es la primera causa de muerte de los catalanes de entre
30 y 44 años y la segunda causa entre los jóvenes de 15 a 29. Desde el
año 2007, el inicio de la crisis, hay una tendencia al alza. En el 2007
fueron 3.263, en el 2008, 3.453 y en el 2009, 3.429. Se ha llegado a
cuantificar que por cada incremento del 1% de desempleo se da un 0,79%
de aumento en los suicidios de los menores de 65 años.
Hace tiempo que los suicidios superan a los muertos por accidentes de
tráfico y no se habla de ello ni la décima parte de lo que se habla en
el caso de los accidentes de tráfico. Por cada suicidio consumado, se
producen unos veinte fallidos, por lo que unas 60.000 personas muestran
cada año algún tipo de conducta suicida en España. En todo el mundo se
suicidan aproximadamente un millón de personas (8).
Lo llaman suicidio, pero es #genocidio financier |
A pesar de estas terribles estadísticas y de la asociación manifiesta
entre pobreza, depresión y suicidios realizada por diversas agencias e
incluso por el mencionado estudio de la Generalitat de Catalunya, el Sr.
Boi Ruiz como Conseller de sanidad del actual gobierno de CiU manifestó
en el acto central del día mundial de la salud mental (entre pacientes,
familiares, entidades, profesionales…) realizado este año en Sabadell y
según el mismo diario barcelonés más arriba citado (nada sospechoso de
crítico con el gobierno de CiU), que esto “se acentúa por el descenso de
los accidentes de tráfico, que han hecho reducir el número total de
fallecidos en esas franjas de edad en la carretera.” ¿Es una cuestión
sólo de ranquin de muertes? ¿Y las causas? ¿Cuáles son los motivos para
que suceda esto? ¿Qué desesperación lleva a una persona a quitarse la
vida?
No es la primera vez que la posición de este miembro del gobierno de
Catalunya cuando trata de temas de salud que tienen una clara componente
social y política tira pelotas fuera o bien acude a los manidos estilos
de vida y a la genética del individuo. Sin ir más lejos aún se recuerda
el escandaloso comentario del 25 de octubre del pasado año cuando
manifestó en una entrevista que “la salud es un bien privado y depende
de uno mismo y no del Estado, ya que esta depende del código genético,
de sus antecedentes familiares y de sus hábitos”. La tormenta que desató
fue mayúscula e incluso Amnistía Internacional emitió un comunicado
recordando que el derecho al más alto nivel posible de salud, tanto
física como mental, es un derecho contenido en numerosos instrumentos
internacionales de derechos humanos, de los cuales el Estado español es
parte, y por tanto, está obligado a cumplirlos.
La crisis multiplica los casos de pobreza extrema y las diferencias sociales. |
En el Informe de la Comisión de Determinantes Sociales de la misma OMS
del 2008 que tuvo un impacto mundial muy considerable se puso de
manifiesto que “la acumulación tóxica de factores sociales injustos y
evitables, como la desigualdad económica, la precariedad laboral contaminación ambiental, la inseguridad alimentaria, no tener una
vivienda digna, o la falta de participación y democracia” daña la salud y
crea inequidades. La Comisión nombra a estos y otros determinantes como
son las pensiones, el nivel educativo, las desigualdades entre hombres y
mujeres (el trabajo reproductivo y en especial la violencia contra las
mujeres) y la participación social y política, las “causas de las
causas” de la salud y la inequidad en salud.” (9)
Las declaraciones del Sr. Boi Ruiz son todo un ejemplo de cómo la
ideología neoliberal va en contra de la investigación científica y de
los estudios e informes sobre la importancia de los determinantes
sociales en la salud. Cuando no reman a favor de su corriente, estos
representantes de los intereses del sector privado los eluden o
ningunean, pero ni mucho menos el Sr. Ruiz está sólo en esta ofensiva.
En el ámbito académico, en revistas neoliberales o en laboratorios de
ideas (think tanks) conservadores se realizó una valoración negativa y
muy crítica del Informe de la Comisión de los Determinantes Sociales de
la OMS por diversos motivos: por no tener en cuenta el papel fundamental
del crecimiento económico y la globalización, se desacredita también el
papel beneficioso de la protección social, se reprocha que no se valore
la importancia de la responsabilidad personal sobre la salud o las
libertades individuales o bien se descalifica académicamente, entre
otras críticas (10).
Francesc Xavier Mena (a la izquierda) y Josep Lluís Cleries cuando congelaron los PIRMI |
En relación a los aspectos relacionados con la pobreza también viene
siendo habitual entre la derecha un discurso de culpabilizar al pobre
como sospechoso de haraganería y de dilapidar el dinero público, como se
puso de manifiesto el año pasado con los recortes de la Renda Mínima de
Inserción en Catalunya. La intervención del Conseller de Empresa y
Ocupación aún resuena en las paredes del Parlament de Catalunya como una
de las intervenciones más brutales contra los pobres que se hayan
escuchado jamás en la historia reciente. Mena, que así se llama este
Conseller, dibujaba un panorama funesto en el que se ha perdido “el
espíritu del programa de la RMI”, que “atrapa a la gente en la
cronicidad y el lumpenproletariado”, equiparó la inmigración (sobre todo
la magrebí) con fraude y puso como muestra que algo no funciona cuando
la RMI “la cobra gente de hasta 104 nacionalidades”, caricaturizó
también a algunos perceptores de la RMI como sujetos que se gastan el
dinero “en telefonía, en veterinarios o incluso en ONG’s” o se extrañó
que “algunos han vuelto de otro país a cobrar el talón”, o incluso “uno
que cobra una RMI que es hijo de un directivo de una multinacional” …(11).
En esta misma línea de visión de los pobres también el pasado 5 de octubre el diario El País en un artículo (12)
titulado “Culpables de ser pobres” analizaba como el discurso político
va buscando justificar la suerte del más desfavorecido y neutralizar
cualquier resistencia a las medidas de ajuste. Si la crisis es debida a
“una catástrofe natural que no se puede controlar y tiene consecuencias
para todos, habrá que resignarse, aceptar los sacrificios y colaborar
para salir de ella”, decía el artículo.
Todo el mundo recordará lindezas como el “que se jodan” de la
diputada del PP Andrea Fabra cuando se debatía sobre las prestaciones de
los parados o las comparaciones odiosas que estableció el diputado de
CiU Duran i Lleida entre payeses catalanes y campesinos andaluces.
Parece pues evidente que para la derecha neoliberal ignorar o negar
evidencias científicas como las expuestas más arriba y culpabilizar a
las víctimas de su pobreza o de mala salud por fumar o beber y no comer
frutas y verduras o por aprovecharse del sistema de prestaciones, por
citar algunos ejemplos, formaría parte también de un mecanismo de
legitimación de los recortes sociales, de continuar con el
desmantelamiento de los servicios públicos y del grave aumento de las
desigualdades sociales que está padeciendo la población del Reino de
España.
Reconocer los determinantes sociales de la salud y las causas de las
causas de la pobreza sería admitir que están haciendo todo lo contrario,
sería reconocer que las políticas que están llevando a cabo de
desmantelamiento del sistema sanitario público, de degradación del
sistema de enseñanza y los servicios sociales, de recortes a los
funcionarios, de aumento de las tasas universitarias y de otras tantas
medidas antisociales en beneficio de la banca y del capital son las
principales causantes de muchas de estas terribles realidades que día a
día padecen las clases populares. Causas de enfermedad y causas de
pobreza. Tal vez sea por eso que “no lo ven”.
La lucha ideológica como es bien sabido también es inherente a la
lucha de clases y estos son algunos ejemplos más de esta lucha que se ha
desatado sin cuartel en muchos países. Sería bueno tenerlo muy presente
en las próximas citas electorales.
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